martes, 20 de abril de 2010

La felicidad y Maslow


Empecemos por unas breves definiciones...
La RAE define la felicidad del siguiente modo:


(Del lat. felicĭtas, -ātis).


1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.


2. f. Satisfacción, gusto, contento. Las felicidades del mundo


3. f. Suerte feliz. Viajar con felicidad


En Wikipedia leemos:


La felicidad es un estado de ánimo caracterizado por dotar a la personalidad de quien la posee de un enfoque del medio positivo y un estado de paz interior. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría.


Mi personal definición, partiendo desde la Psicología, es que la felicidad se es aquel estado de ánimo caracterizado por una sensación de bienestar psicológico o psicofísico.


La felicidad es el fin último al que aspira la sociedad y sus individuos, del mismo modo que un estado busca alcanzar la categoría de estado de bienestar.


Por ende, un estado de bienestar, en teoría, garantizaría la felicidad de los individuos que lo componen si logra cubrir el espectro de necesidades que se incluye en la pirámide de Maslow (Abraham Maslow, 1943: A Theory of Human Motivation).


La autorrealización sólo es pensable en países desarrollados, inmersos en una economía relativamente estable y una gestión adecuada de los recursos que permita la existencia de una clase media acomodada. Dicha clase media – alta- que ve sus necesidades básicas cubiertas en lo que respecta a integridad física, su salud y su seguridad, y que además goza de riqueza social, afecto y reconocimiento, pueden dedicar recursos para trabajar en su propia autorrealización.


Una madre somalí que no tiene acceso al agua potable ni a alimentos, que no puede amamantar a su bebé famélico, difícilmente se va a plantear la posibilidad de desarrollar su creatividad artística, ni se preocupará de la moralidad de su tribu. Su única preocupación será el acceso al agua y a los alimentos, la supervivencia, el día a día.


Aún así, la incidencia de la depresión y los trastornos de ansiedad va en aumento en las sociedades desarrolladas. ¿ A qué se debe? En parte a la pérdida de valores y de identidad. Las necesidades no sólo están cubiertas sino que han sido superadas hasta llegar al consumismo y a la exacerbación de lo material. El poder adquisitivo ha permitido la creación de un nivel de necesidades superior, previamente inexistente, totalmente artificial que es el rotor de las sociedades del consumo. Cuantos productos que no necesitamos tenemos en nuestros hogares, que tal vez compramos y guardamos en un armario “por si las moscas” y que dejamos olvidado... Nos preocupa lo material y perecedero, el aspecto físico, la belleza, la ostentación. Alardeamos de coche, de móvil, de mp3.


El nihilismo es la Nada que se ceba en Fantasía. Devora las mentes de los jóvenes ante la pasividad de unos padres que únicamente se preocupan por cubrir necesidades pero no de educar. La búsqueda de la autorrealización tiene mucho de educacional. Las necesidades superiores son aprendidas hasta cierto punto, digamos que son motivadas o incentivadas por el entorno, del mismo modo que lo es la inteligencia. En mi opinión, un entorno familiar y social moral y educacionalmente empobrecido llevará a necesidades diferentes, orientadas al consumo, quedando en el mero reconocimiento.


Es difícil ser feliz en una sociedad de consumo. Nunca tenemos suficiente. El coche del vecino siempre será más grande, más nuevo, más caro. El trabajo del cuñado más prestigioso, mejor remunerado. La mujer del amigo más joven, más guapa, más lista. Aún cuando nosotros seamos el vecino, el cuñado o el amigo...nos veremos en un espejo distorsionado cual anoréxica cadavérica que se ve reflejada hinchada y corpulenta.


Los trastornos de la alimentación son otro síntoma de la infelicidad de nuestras sociedades. Anorexia y bulimia se ceban con muchas vidas cada año, consecuencia de las ansias de cumplir con las ambiciosas expectativas del medio que nos rodea. No hay que confundir la autorrealización, motivada intrínsecamente desde el individuo, con las conductas impregnadas de motivación externa, orientadas a cumplir o a agradar. Nada tiene de autorrealización la purga para adelgazar.


Las creencias de diverso tipo también influyen sobre la percepción de felicidad. Es así que por desconocimiento podemos creer que la felicidad se basa en aspectos de nuestra vida que en nada nos llenarían de felicidad. Pensamos que un cambio de ciudad nos haría felices, pero el problema es que somos de pensamiento pesimista y este nos seguirá allá donde vayamos. Hasta que no aprendamos a pensar en positivo podemos cambiar de ciudad mil veces que no seremos más felices. Es cierto que muchas veces estos aspectos están ligados a otros que definen nuestra felicidad. Un cambio de aires puede fomentar un cambio de pensamiento. El dinero no da la felicidad, pero ayuda, ¿o no? Si el dinero diera la felicidad las consultas psicológicas y psiquiátricas no estarían llenas de ricos. Pero sin dinero no podemos pagar ayuda profesional. He aquí nuevamente nuestra jerarquía de necesidades...


Pero dando un giro de argumentación me atrevo a decir que el camino de la autorrealización puede no conducir a la felicidad. Muchos creyentes dicen ser más felices a través de su religión. Otras en cambio son personas amargadas, que viven en el miedo y en la culpa infundada por su doctrina. Una gran amiga me dijo en una ocasión que el problema de los que se consideran racionalistas es que desechan el placer en si mismo porque no le encuentran una justificación racional. En palabras de mi estimada Patricia: en nuestra sociedad, posiblemente por herencia de la cultura católica, lo que hacemos es culpabilizarnos sin querer por disfrutar del placer. Y nos castigamos. Sentimos la imperiosa necesidad de justificarnos si disfrutamos del placer. Eso unido con una obsesión desacerbada por la moral nos hace tremendamente infelices. Yo estoy completamente de acuerdo con esta afirmación. En ocasiones, una orientación inapropiada de los esfuerzos de autorrealización conducen irremediablemente al fracaso.


De modo que se trata de encontrar el equilibrio, pues no existe una fórmula de la felicidad. Simple y llanamente se trata de una homeostasis. Una vez cubiertas nuestras necesidades más básicas pasamos a nivel de autorrealización, lo que nos abre un abanico de posibilidades que va desde la desdicha absoluta a la felicidad más pura. Desde mi experiencia personal hay opciones que benefician nuestro bienestar:


- desterrar los pensamientos autoculpabilizadores


- limitar la reflexión a lo necesario y no pensar en exceso, es decir, no obsesionarnos con pensamientos nocivos


- disfrutar de los momentos placenteros concentrándonos en ellos como si las demás emociones no existieran


- buscar día a día nuevos objetivos ajustados a la realidad que nos motiven desde el Yo (una meta demasiado alta sólo lleva a la frustración, hay que plantearse objetivos razonables y factibles)


- apartar a un segundo plano las expectativas de los demás y anteponer las nuestras (siempre que no vulneren los derechos y libertades de otros individuos o colectivos).

Propongámonos ser felices, ¡igual nos sale bien!

2 comentarios:

Erika Aguilar dijo...

asias gia

Medea dijo...

Querida Gia,
Eso es! Se trata de una transformacion hacia el optimismo, cada uno con la herramientas de las que dispone. Pero al final creo que todo se reduce a una cosa "pensar demasiado es una desventaja, porque hay cosas que si las piensas demasiado no las haces" (que dice Ruyman). Y se trata de eso, de hacer, de hacer, de hacer, no de pensar como hacer!

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