jueves, 22 de abril de 2010

Ay, Rafita, qué preguntitas me haces....




“¿Y qué pasa si la persona no quiere ser feliz?” Rafita

 
Una pregunta muy interesante, como diría el catedrático en respuesta a una incómoda pregunta.

La felicidad o la infelicidad como opciones de vida. Ciertamente la vida se constituye en tomas de decisiones constantes que abren caminos y cierran otros. Caminante no hay camino , se hace camino al andar. En este sentido nuestro camino puede estar lleno de piedras y malas hierbas en función de dos factores: las condiciones medioambientales (lluvia, polinización, tránsito...) y nuestro trabajo de limpieza (liberar el camino de piedras, quema de rastrojos etc.). El primer elemento es difícilmente controlable, pero el segundo depende de nosotros, lo que implica una toma de decisiones. Independientemente de nuestras habilidades como pseudo-forestales, nuestra condición física y conocimiento del medio, si no queremos tomarnos la molestia el camino seguirá sucio, embarrado, y asalvajado. Habrá quien le plazca esquivar pedruscos, quien interprete como un reto personal lograr no tropezar y romperse las piernas. Habrá quien disfrute del suave masaje de cardos acariciando sus piernas. Pero también los hay que se deleitan quejándose a cada paso. Culpan al cielo y a la tierra y a la mismísima Gea, olvidando que ellos también tienen un rol en sus propias vidas.

Posiblemente sea el miedo al fracaso lo que motive la pasividad de algunas personas, aletargándose en su propia melancolía. Parece más sencillo ser víctima de las circunstancias que fracasar abiertamente en los esfuerzos por solucionar los problemas. Porque si algo es común a todo ser humano son los problemas. Todos los tenemos, unos más y otros menos. Y lo que nos diferencia es la manera de enfrentarlos.

¿Es lícita la opción de no ser feliz? Puede que lo sea. ¿Es inherente a las personas la búsqueda de la felicidad? Filogenéticamente tiendo a creer que sí, por perpetuación de la especie, dado que los individuos felices tienen mayores posibilidades de sobrevivir (menores índices de estrés y mejor salud, más posibilidades de procrear etc). Sin embargo está demostrado que ontogenéticamente cada individuo es único. A lo largo del desarrollo se van determinando las tendencias conductuales, mediadas tanto por predisposiciones genéticas como por las experiencias vitales.

Aunque en principio pueda parecer contraintuitivo la opción de la infelicidad es válida y de hecho se da. Podríamos discutir a cerca de la ética de dicha opción, puesto que cada toma de decisiones afecta no sólo a la persona en cuestión, sino a su medio social. La propia libertad acaba donde empieza la del prójimo. En Psicología se dice que una persona necesita acudir al profesional si percibe tener un problema o si otras personas de su entorno lo consideran un problema. Es así que un niño que se hace pis en la cama puede no ser consciente del problema, pero los padres acuden al psicólogo para lograr un cambio conductual. Una persona que abusa de la bebida y niega los hechos muestra una conducta problema en el momento que ésta afecte a otras personas. Si nuestra elección de infelicidad daña a otras personas existe un problema.

Es discutible donde se encuentran los límites de nuestra libertad en lo que nos atañe a nosotros mismos, del mismo modo que lo es en lo que atañe a los demás. Nos quejamos porque Fulanito o Menganito han vulnerado nuestros derechos, nos han ofendido, nos coartan... pero no nos paramos a pensar si nosotros mismos estamos cayendo en esa misma falta.

Por lo que a mi respecta, hay que discernir dos cosas: el derecho a decidir y los actos egoístas. Uno puede tener derecho a tomar una decisión pero esta no dejar de ser egoísta o interesada por ello. Algunos suicidas apelan a su derecho a terminar con su vida, pero olvidan que es un acto abrumadoramente egoísta por lo que respecta a las personas que dejan atrás y que deberán vivir con las emociones que dicho acto implica. La eutanasia, dado el matiz que lo diferencia del suicidio, al ser considerado más un acto de piedad que de egoísmo (nos es más fácil ponernos en el lugar de un enfermo terminal que de un depresivo suicida), sería por ello una decisión más lícita. Pero tal vez estemos cayendo en el extremo del debate.

Hay personas que disfrutan de la infelicidad y viven con ella. A pesar de la aparente falta de lógica que emana de esta afirmación, nuestra cultura apela a este hecho en su literatura épica y romántica, en el cine, en la música... (I miss the comfort in being sad, Kurt Cobain). ¿Cuántos bohemios, románticos, poetas han sucumbido a sus trágicas vidas desbordantes de emociones?

Las personas tristes reciben refuerzos de sus seres queridos a diario. Muchos problemas de depresión se mantienen por los actos involuntarios e inconscientes, de las personas más cercanas a la persona. Les llamamos más por teléfono, les invitamos a salir , a cenar, les hacemos favores, ¡ les prestamos mucha más atención! ¿Es esta una forma de elegir ser infelices? Lo es, en tanto que las consecuencias son reforzantes y aumentan la conducta de tristeza. Obviamente hay casos que implican falta de habilidades sociales, de resolución de problemas, pensamientos obsesivos, ideas irracionales etc. pero ese es otro tema.

¿Cuántas veces habremos escuchado “ay, Menganita qué buena es, cuánto sufre”? Existe una aparente asociación entre lo que consideramos que es ser buena persona con la infelicidad. Tal vez porque las malas personas parecen ser muy felices (sobretodo las que tienen rasgos psicopáticos pues no muestran nada e empatía ni arrepentimiento). Esto desarma el popular dicho a cada cerdo le llega su San Martín que tantas veces nos ha servido de consuelo.

Es el momento de las conclusiones. Que cada uno saque las suyas, y si quiere que me lo cuente.


Por vcierto, interesante enlace al respecto:



http://www.google.es/imgres?imgurl=http://evolucionando.files.wordpress.com/2009/06/infeliz.jpg&imgrefurl=http://evolucionando.wordpress.com/2009/06/04/la-constante-infelicidad-puede-ser-el-paso-previo-a-la-locura/&usg=__Po-r4mR9_Mk13c_6jatJW7YfzCs=&h=384&w=300&sz=22&hl=es&start=26&itbs=1&tbnid=5TXkvLJZV-blNM:&tbnh=123&tbnw=96&prev=/images%3Fq%3Dinfelicidad%26start%3D20%26hl%3Des%26sa%3DN%26gbv%3D2%26ndsp%3D20%26tbs%3Disch:1

martes, 20 de abril de 2010

La felicidad y Maslow


Empecemos por unas breves definiciones...
La RAE define la felicidad del siguiente modo:


(Del lat. felicĭtas, -ātis).


1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.


2. f. Satisfacción, gusto, contento. Las felicidades del mundo


3. f. Suerte feliz. Viajar con felicidad


En Wikipedia leemos:


La felicidad es un estado de ánimo caracterizado por dotar a la personalidad de quien la posee de un enfoque del medio positivo y un estado de paz interior. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría.


Mi personal definición, partiendo desde la Psicología, es que la felicidad se es aquel estado de ánimo caracterizado por una sensación de bienestar psicológico o psicofísico.


La felicidad es el fin último al que aspira la sociedad y sus individuos, del mismo modo que un estado busca alcanzar la categoría de estado de bienestar.


Por ende, un estado de bienestar, en teoría, garantizaría la felicidad de los individuos que lo componen si logra cubrir el espectro de necesidades que se incluye en la pirámide de Maslow (Abraham Maslow, 1943: A Theory of Human Motivation).


La autorrealización sólo es pensable en países desarrollados, inmersos en una economía relativamente estable y una gestión adecuada de los recursos que permita la existencia de una clase media acomodada. Dicha clase media – alta- que ve sus necesidades básicas cubiertas en lo que respecta a integridad física, su salud y su seguridad, y que además goza de riqueza social, afecto y reconocimiento, pueden dedicar recursos para trabajar en su propia autorrealización.


Una madre somalí que no tiene acceso al agua potable ni a alimentos, que no puede amamantar a su bebé famélico, difícilmente se va a plantear la posibilidad de desarrollar su creatividad artística, ni se preocupará de la moralidad de su tribu. Su única preocupación será el acceso al agua y a los alimentos, la supervivencia, el día a día.


Aún así, la incidencia de la depresión y los trastornos de ansiedad va en aumento en las sociedades desarrolladas. ¿ A qué se debe? En parte a la pérdida de valores y de identidad. Las necesidades no sólo están cubiertas sino que han sido superadas hasta llegar al consumismo y a la exacerbación de lo material. El poder adquisitivo ha permitido la creación de un nivel de necesidades superior, previamente inexistente, totalmente artificial que es el rotor de las sociedades del consumo. Cuantos productos que no necesitamos tenemos en nuestros hogares, que tal vez compramos y guardamos en un armario “por si las moscas” y que dejamos olvidado... Nos preocupa lo material y perecedero, el aspecto físico, la belleza, la ostentación. Alardeamos de coche, de móvil, de mp3.


El nihilismo es la Nada que se ceba en Fantasía. Devora las mentes de los jóvenes ante la pasividad de unos padres que únicamente se preocupan por cubrir necesidades pero no de educar. La búsqueda de la autorrealización tiene mucho de educacional. Las necesidades superiores son aprendidas hasta cierto punto, digamos que son motivadas o incentivadas por el entorno, del mismo modo que lo es la inteligencia. En mi opinión, un entorno familiar y social moral y educacionalmente empobrecido llevará a necesidades diferentes, orientadas al consumo, quedando en el mero reconocimiento.


Es difícil ser feliz en una sociedad de consumo. Nunca tenemos suficiente. El coche del vecino siempre será más grande, más nuevo, más caro. El trabajo del cuñado más prestigioso, mejor remunerado. La mujer del amigo más joven, más guapa, más lista. Aún cuando nosotros seamos el vecino, el cuñado o el amigo...nos veremos en un espejo distorsionado cual anoréxica cadavérica que se ve reflejada hinchada y corpulenta.


Los trastornos de la alimentación son otro síntoma de la infelicidad de nuestras sociedades. Anorexia y bulimia se ceban con muchas vidas cada año, consecuencia de las ansias de cumplir con las ambiciosas expectativas del medio que nos rodea. No hay que confundir la autorrealización, motivada intrínsecamente desde el individuo, con las conductas impregnadas de motivación externa, orientadas a cumplir o a agradar. Nada tiene de autorrealización la purga para adelgazar.


Las creencias de diverso tipo también influyen sobre la percepción de felicidad. Es así que por desconocimiento podemos creer que la felicidad se basa en aspectos de nuestra vida que en nada nos llenarían de felicidad. Pensamos que un cambio de ciudad nos haría felices, pero el problema es que somos de pensamiento pesimista y este nos seguirá allá donde vayamos. Hasta que no aprendamos a pensar en positivo podemos cambiar de ciudad mil veces que no seremos más felices. Es cierto que muchas veces estos aspectos están ligados a otros que definen nuestra felicidad. Un cambio de aires puede fomentar un cambio de pensamiento. El dinero no da la felicidad, pero ayuda, ¿o no? Si el dinero diera la felicidad las consultas psicológicas y psiquiátricas no estarían llenas de ricos. Pero sin dinero no podemos pagar ayuda profesional. He aquí nuevamente nuestra jerarquía de necesidades...


Pero dando un giro de argumentación me atrevo a decir que el camino de la autorrealización puede no conducir a la felicidad. Muchos creyentes dicen ser más felices a través de su religión. Otras en cambio son personas amargadas, que viven en el miedo y en la culpa infundada por su doctrina. Una gran amiga me dijo en una ocasión que el problema de los que se consideran racionalistas es que desechan el placer en si mismo porque no le encuentran una justificación racional. En palabras de mi estimada Patricia: en nuestra sociedad, posiblemente por herencia de la cultura católica, lo que hacemos es culpabilizarnos sin querer por disfrutar del placer. Y nos castigamos. Sentimos la imperiosa necesidad de justificarnos si disfrutamos del placer. Eso unido con una obsesión desacerbada por la moral nos hace tremendamente infelices. Yo estoy completamente de acuerdo con esta afirmación. En ocasiones, una orientación inapropiada de los esfuerzos de autorrealización conducen irremediablemente al fracaso.


De modo que se trata de encontrar el equilibrio, pues no existe una fórmula de la felicidad. Simple y llanamente se trata de una homeostasis. Una vez cubiertas nuestras necesidades más básicas pasamos a nivel de autorrealización, lo que nos abre un abanico de posibilidades que va desde la desdicha absoluta a la felicidad más pura. Desde mi experiencia personal hay opciones que benefician nuestro bienestar:


- desterrar los pensamientos autoculpabilizadores


- limitar la reflexión a lo necesario y no pensar en exceso, es decir, no obsesionarnos con pensamientos nocivos


- disfrutar de los momentos placenteros concentrándonos en ellos como si las demás emociones no existieran


- buscar día a día nuevos objetivos ajustados a la realidad que nos motiven desde el Yo (una meta demasiado alta sólo lleva a la frustración, hay que plantearse objetivos razonables y factibles)


- apartar a un segundo plano las expectativas de los demás y anteponer las nuestras (siempre que no vulneren los derechos y libertades de otros individuos o colectivos).

Propongámonos ser felices, ¡igual nos sale bien!