viernes, 30 de marzo de 2012

Brevísima disertación sobre el equilibrio



El equilibrio reside en todas las cosas vivas e inertes, y todo elemento en desequilibrio tiene una tendencia natural a regresar al inherente equilibrio. Esto no significa que se deba equiparar equilibrio a acontecimientos o estados meramente positivos, sino que hay que entenderlo como un proceso por el cual se impone la homeostasis en un sistema que por la razón que sea  estaba descompensado. De este modo tanto experiencias positivas como negativas pueden formar parte de este cambio que se produce a largo plazo y que nunca tiene fin, pues el conjunto de elementos deben considerarse un metaorganismo en constante evolución y desarrollo. El equilibrio es la principal consecuencia de nuestros actos, aunque no siempre sea inmediatamente observable. Si nos movemos por motivaciones egoístas, entendidas como aquellas que únicamente nos benefician a nosotros mismos perjudicando a otras personas o seres, entonces llegaremos a un punto en el que ese sistema se desborda y busca regresar a un estado compensado. Inferimos que esto no significa que no debamos ser nunca egoístas, pues de todo se necesita un ingrediente, sino que si abusamos de dicha condición llegará un momento en que la insostenibilidad se haga patente y nos veamos perjudicados.
Entiendo este proceso como un componente de flujo de energías que nos unen con el resto de seres vivos y con los elementos que nos rodean en nuestra existencia, que no conoce tiempo ni espacio y que se comporta como un todo y no como el conjunto de sus partes. Es por ello que todo tiene sentido y todo tiene una razón de ser. No existe lo aleatorio, la suerte o la casualidad. Que no lleguemos a comprender la intrincada lógica de lo que nos acontece no significa que sea caótico o un sinsentido, únicamente que aún no hemos alcanzado  la sabiduría y la madurez “espiritual” para comprenderlo. Esta no es una palabra que me agrade, “espiritual”, pues es de controversia dado que en cada casa se comprende de forma diferente. No voy a entrar a debate al respecto, solo aclarar que mi visión de la misma es que somos algo más que una carcasa de carne y huesos, y que esto no es exclusivo del ser humano. Todo aquello que albergue vida es energía, y eso es lo que comprendo por “espíritu”. Pero hay otro tipo de energías que no están vivas propiamente dichas, como la tierra, la roca, el agua, el fuego... Esas energías están vinculadas a nosotros y en constante interacción con otras energías, tanto vitales como inertes, en permanente intercambio. En esto baso mi idea del equilibrio. Esto determina la salud física y/o psicológica y el bienestar del individuo, de las sociedades, de las demás especies de fauna y flora, del ecosistema, del planeta... Podría vincularlo a cientos de teorías de la biología, la psicología, la física y las matemáticas, como la teoría de la homeostasis, la teoría de la atracción, la ley de la proporción Áurea, etc. pero no es menester de este breve artículo entrar en estos detalles sino exponer mi visión personal de lo que en algunas religiones o creencias denominan karma.
Desde mis creencias entiendo que yo soy la única juez de mis actos, y que yo soy la que me pongo a prueba a mi misma a diario.  Asumo que todo lo que doy regresará a mi, sea bueno o malo. Asumo que mis dioses son mis amigos y hermanos y no mis jueces, no me salvan de mi mismo ni de los demás, ni mucho menos de mi destino, sino que me acompañan en el trayecto, interactúan con mi equilibrio y /o mi desequilibrio porque nuestra sangre es la misma.

Continuará...

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