Ante la siguiente cuestión, planteada por una amiga:
“ La mayoría de la gente justifica la utilización del animal como objeto con la idea de que el ser humano no es un animal, es diferente y superior. Desde aquellos que creen tener una parte divina exclusiva que es el alma, hasta los que se basan en la capacidad de abstracción del cerebro humano.”
Mi respuesta:
Partamos de la base, científica y objetiva de que el ser humano, homo sapiens, se clasifica del siguiente modo:
¿Es el ser humano un animal? Sí, sin duda alguna. La propia definición de “animal” lo dice: Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso (R.A.E.). El Homo Sapiens pertenece al reino animal (Animalia), es un mamífero vertebrado (Mammalia, vertebrata), del orden de los primates, es decir un homínido (Hominina), concretamente del género Homo y especie Homo Sapiens.
Esta clasificación nos muestra lo cerca que estamos de otras especies animales como el chimpancé, con el compartimos el 99% de los genes. Es obvio que ese 1 % marca una gran diferencia cualitativa, pero sigue siendo únicamente un 1%. Compartimos con el chimpancé muchos aspectos, ambos formamos parte del reino animal, somos cordados, mamíferos, homínidos, primates. Pero lo más obvio es que ambos nacemos, crecemos, morimos, necesitamos oxígeno, alimentos, líquidos. Ambos sentimos dolor y también placer.
¿En qué nos diferenciamos? En el género y la especie, en el aspecto físico, en nuestro comportamiento y pensamiento. Pero dicha diferencia ¿justifica que nos posicionemos muy por encima de estos seres? En absoluto.
Tres son los principales argumentos de aquellos que separan al ser humano de los animales, véase el alma, la inteligencia (lenguaje) y la conciencia de uno mismo.
Aquellos que afirmaron que los animales (excluyendo al hombre, claro está) carecen de alma, como Platón, plantearon un debate que persiste hasta nuestros días. Ya en la Antigüedad Aristóteles se opuso a esta afirmación, ya que consideraba que todos los seres vivos por el hecho de estarlo tienen alma. No voy a realizar un compendio de teorías filosóficas, religiosas y demás porque comprendería una enciclopedia entera. Me limitaré a dar mi opinión que es que todos los seres vivos tienen alma porque desde mi punto de vista el alma no es otra cosa que la vida, la energía que nos mueve. Por tanto a ese nivel no hay diferencia alguna de valor entre los seres vivos, ya sean animales o plantas. La diferencia de valor la pone exclusivamente el hombre, al interpretar que su vida es más valiosa que la de los restantes seres de la tierra. Esto sin embargo tiene una explicación bastante lógica, y es que como animal que es, lucha por la superviviencia de su especie, la cual conforman el conjunto de los individuos. Por tanto, antepone a su propia especie a las demás por puro instinto. Pero no sólo instinto, su inteligencia logra además justificar acciones que dañan a otras especies como forma de exculpación. Como si de un juicio se tratara, en el que la misma persona hace de juez, de abogado y de jurado... un imposible casi esquizoide que no obstante vivimos día a día sin percatarnos o sorprendernos. En gran parte las ideas sobre nuestra superioridad derivan de algunas religiones como la cristiana o la musulmana. Pero otras, sin embargo, las que se consideran más “paganas” o “primitivas” son las que más conciencia natural tienen, como el budismo o el hinduismo.
Por otro lado, la inteligencia que nos caracteriza y diferencia de otras formas de vida no es más que un constructo que nace de la propia mente humana, un concepto abstracto, observable hasta cierto punto pero en ningún caso objetivable o medible en términos absolutos. Los investigadores no se ponen de acuerdo sobre la posibilidad de que la inteligencia también pueda ser un atributo presente en otros animales, como los primates superiores, los delfines o los insectos. Igualmente están en controvertido debate la personalidad y las emociones. La inteligencia se manifestaría de diferentes maneras, en forma de estrategias o adaptaciones que facilitarían la supervivencia de la especie.
El lenguaje humano, tan determinante y representativo, es único en su forma, pero no es exclusivo de nuestra especie. Las abejas mantienen una comunicación muy
compleja, realizando una constante transmisión de información vital para su colmena. Su orden social esta firmemente determinado, asignándose a cada individuo un rol o función específico dentro de la cadena de trabajo del enjambre. Del mismo modo podemos hablar de la organización social de las hormigas. Otro ejemplo interesante son los suricatas, que son capaces de diferenciar a sus predadores emitiendo diferentes señales auditivas de advertencia a sus congéneres en función del tipo de depredador que aceche. Esto les permite saber si el peligro viene por el aire o por la tierra y por tanto cómo han de protegerse. Ni que decir tiene el elaborado lenguaje de otros mamíferos como el de los delfines o las ballenas. En primates superiores un conocido caso es el de una orangutana criada por humanos, que aprendió a comunicarse con sus cuidadores mediante lenguaje de signos, mostrando una inteligencia extraordinaria al ser capaz de resolver diversos conflictos o historietas que requerían de encadenamiento de pensamientos y de razonamiento, así como una capacidad de abstracción muy similar a la humana.
Con respecto a la conciencia de uno mismo, se sabe que primates como el chimpancé son capaces de reconocerse a si mismos en un espejo. Valga la redundancia es la llamada prueba del espejo (
American Psychologist Mayo de
1977). Esto se ha comprobado al observar que el animal es capaz de pintarse los labios con una barra de color ante un espejo y que no se asusta ni sorprende al ver su propio reflejo. Volviendo al ejemplo de la orangutana de antes, esta mostró una increíble capacidad de razonamiento y conciencia de si misma al manifestar tristeza ante el visionado de un documental sobre orangutanes en la selva, comunicando a sus cuidadores que su lugar era otro, la selva (véase más experimentos en http://www.anima.org.ar/liberacion/animales/lenguajeensimios.html). Tampoco es despreciable el vínculo establecido entre elefantes, las relaciones familiares y grupales, que claramente ponen de relieve unas intensas emociones. Estos animales adoptan a miembros huérfanos del grupo, protegen a los miembros más débiles
y eligen lugares determinados para morir, a modo de “cementerios”.
Pero si vamos más allá veremos que algunos animales han sido capaces incluso de establecer relaciones mucho más intangibles y fuertes con un ser humano, de lo que cualquier ser humano ha podido formar hacia un animal: adoptar y aceptar a un ser humano como miembro de su especie. Se han dado varios casos de manadas de lobos que han adoptado y criado como uno más a crías humanas abandonadas en el bosque, los famosos niños- lobo. Un caso conocido es el de Marcos Rodríguez Pantoja, que al quedarse de niño solo en el bosque fue aceptado en una manada de lobos. Resulta inimaginable que un ser humano “adopte” una cría de otra especie, inaudito e incluso escandaloso que lo considere a su mismo nivel humano.
El ser humano no es más que un animal con un cerebro muy desarrollado, que le ha permitido adaptarse a entornos cambiantes y muy exigentes. Esto implica un crecimiento desmesurado de la especie, puesto que la selección natural se ve relegada a un plano casi inexistente gracias a la ciencia y la tecnología, a los avances médicos y a la incontrolada explotación de los recursos naturales. No obstante esto mismo puede suponer y supone una paradoja, es decir, que lo que evolutivamente ha llevado al ser humano a tomar la posición dominante sobre la tierra es precisamente lo que le llevará muy posiblemente a la extinción. Esto se debe a que nuestra especie ha evolucionado en muchos aspectos, pero no en otros.
Nuestra inteligencia ha sido explotada al máximo en unas áreas pero no en otras, como son la conciencia ecológica, conservacionista, la responsabilidad para con el entorno, el respeto, la empatía y la solidaridad. Del mismo modo que los individuos al envejecer matizamos aspectos de nuestro carácter y acentuamos otros, nuestra especie pasa por este mismo proceso de forma paralela a nivel filogenético. Necesitamos un cambio a nivel evolutivo, neurológico, un cambio de pensamiento, de conciencia que pueda llevar a la especie a sobrevivirse a si misma.
Mi conclusión es que, mientras el ser humano siga considerándose superior a otras especies animales, mientras siga explotando los recursos del plantea, apropiándose de la vida, estará condenado a la extinción y su juez será él mismo.
El problema va mucho más allá, dado que el ser humano no solo infravalora y desprecia al resto de la fauna y flora, sino que trata como “animales” a otros seres humanos. Si no es capaz de respetar la vida a los niveles más básico, ¿cómo esperamos que respete la vida a su propio nivel?
El hombre es un animal omnívoro, es decir que come de todo. Sin embargo cada día es más carnívoro y menos omnívoro. Consumimos ingentes cantidades de carne, lo que nos provoca enfermedades y deficiencias cada vez más manifiestas. Hemos esclavizado especies animales que de forma natural nos han proporcionado una parte de nuestro alimento. Les hemos arrebatado su libertad convirtiéndoles en meros productos, en meros objetos de comercio. Ya no tienen la oportunidad de escapar de la lanza, de la flecha, de correr y medir sus fuerzas con dignidad. El hombre TAMBIÉN come carne y eso es natural, pero lo que personalmente no tolero y lo que es insostenible es la forma en la que la consigue y el abuso que de su consumo se hace. El almacenaje, transporte y sacrificio de estos animales es cruel e indigno y nos posiciona en un estado mucho más primitivo que la más salvaje de las edades oscuras.
Por eso me hice vegetariana hace casi un año, porque renuncio a ser partícipe de este sistema de abusos, antinatural y desquilibrado que el ser humano en su forma más cruel y psicopatológica ha inventado en su propio beneficio. Por eso cultivo mi huerto, por eso solo consumo huevos ecológicos, de “gallinitas felices” como las llamo. Y por eso soy feliz, alejándome del concepto pseudohumano de las sociedades modernas, porque cuando siento la unión entre mi vida y la del resto de formas de vida del planeta siento que la inmortalidad me llena. Porque tengo conciencia ecológica y de mi misma en el entorno, en el planeta tierra en el que nací por casualidad.
Eso es lo que realmente me hace humana en el sentido digno de la palabra, ser persona.
¿Quieres ser persona o pseudohumano?